sábado, 29 de septiembre de 2007

Leo y Subrayo

"Listo era lo último que ella deseaba que fuera el Kolker. Eso, estaba convencida, lo arruinaría todo. Ella solo quería a alguien a quien echar de menos, a quien tocar, con quien hablar como un niño, con quien ser un niño. El le servía para eso. Y ella estaba enamorada."

Del libro Todo está iluminado. Jonathan Safran Foer.

lunes, 24 de septiembre de 2007

Recorta, completa y pega.

Y no reconocerse. Si ir o no. Contra su cuerpo. Inusitadamente amable. Conocidos. Borracha. Abrazo. Mirábamos de reojo. Ella. Barbies y patito de hule. Sueños cruzados. Veo a. Lo quiero. Colectivo. León. Como si fuera. Chongo. Banda. Generalmente esquiva. Bailamos. Es una. Ya. Decir cosas inconvenientes. Cruzamos la calle. Trío. Frío. Fiesta. Escote. Irse. Novio. Novia. Amigo. En un sentido. Amiga. Malvado. Amable. Al oido. En tu casa. En su casa. Estaba un poco. Electricidad en el cuerpo. Intransigente. Lo. ¿Me quiere? Como si no supiera. Caminábamos en. No como el otro que es un. Pero esta vez. Junto a. Distante. Yo. Me preguntó. Cuando ellos. Como cuando. Histérica. Una mano por detrás. Yo a vos. Siempre. Miramos a los ojos. Llegamos. Entonces. Risas, pasos de baile. Ser feliz. No sabe. El. Nunca nos. Digo la palabra. Si eramos. Que es como. Igual, voy. Un horror. Pocas palabras. A veces. Que no. Tenemos. Sentido. Tacharse. Zig-zag. Mirarse en el espejo. Dale, eh. Te conozco. ¿Y a mi? El agua. Ojo que. Una belleza. Pulserita mágica. Y yo le dije. Entonces. Para. A punto de irnos. Por. Sin. Fin. Si, sabe. Me pide que. Insiste. A punto de volcar. Me preguntó.

viernes, 21 de septiembre de 2007

10:30

De la mañana.
Suena el teléfono.
Es Madre.

-Vir ¿compraste Clarín hoy?
-No
-Andá YA (grita). Corré.

Corro. Pero hasta la compu.
Y leo esta noticia, que me alegra el día.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Ficción

-Hola.
-Hola.
-Qué tal.
-Bien.
-Cómo va todo.
-Bien
-¿La nena?
-Bien. SE está bañando.
-¿Fue a lo de Juancito?
-Si
-¿Cómo la pasó?
-Bien, parece. Paula me dijo que bien.
-¿Jugaron?
-Si. Creo que si.
-Bueno. Cuando salga del agua, ¿me llamás, así la saludo?
-Si.
-...
-¿Te puedo preguntar algo?
-Si
-Hoy vino con las uñas pintadas.
-Ah. Si.
-No me gusta que se pinte las uñas.
-¿Por?
-No me gustan las nenas con las uñas pintadas.
-Es un juego.
-Si. Un juego está bien. Pero después de jugar, que se las limpie.
-Ay, no es para tanto.
-No quiero que Leticia le pinte las uñas.
-No seas loca, por favor.
-No soy loca. Es mi criterio.
-Bueno. Yo tengo otro criterio.
-Ah, ¿si?
-Vos te perdés la experiencia.
-¿Qué?
-No sabés como se divirtió.
-A mi no me importa si se divierte o no. Hay cosas que yo no la dejo hacer. Las nenas no se pintan. Se pintan las mujeres.
-No me grites.
-Te pido por favor que me respeten.
-¿Qué te respetemos? Nadie te quiere sacar tu lugar.
-¿Quién dijo que me quieren sacar mi lugar?
-No voy a discutir.
-Yo tampoco.
-Bueno, chau.
-Pero tenemos que hablar.
-Ahora no. Chau.
-Chau
-Decile que me llame cuando salga de bañarse.

sábado, 15 de septiembre de 2007

Ayer nomás

¿Había algo más odioso que estar tomando un helado –cucurucho, en el mejor de los casos- y que Madre, para evitar que el chocolate en pleno proceso de derretimiento no se derrame sobre manos, vestido, piernas, brazos, le aplicara un formidable lenguetazo? ¿Había algo más decepcionante que ver desaparecer, bajo unas fauces inmensas, nada menos que la MITAD de tu preciada montaña cremosa? ¿Había algo más asqueroso que el espectáculo de aquella pasta sin relieves, aplanada por su lengua, brillosa de saliva ajena? Yo me había olvidado de la desazón que se sentía. Hasta hoy, cuando le arrebaté de la mano a mi pequeña su conito de helado, y se lo devolví en versión pigmea.

Cuadernito

Anotaciones mentales: empuñaduras.
Apuntar en dirección a.
Sacar punta.
Rasgar el silencio con palabras: Apuntes.
Evocar la ausencia.
Tensar el arco.
El recorrido de la flecha envenenada describiendo una U.
Dar en el blanco.
Odiarte.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Muñeca desarticulada

¿Viste cuando los hilos que gobiernan los movimientos de una marioneta se enredan de forma tal que ejercen múltiples torciones en sus miembros superpuestos y enmarañados? Nunca se sabe cuándo ni por qué. Pero un par de manipulaciones arriesgadas y sucede. Los piolines llenos de nudos. El muñeco, una deformidad. Las extremidades enlazadas, el tronco rígido, el cuello y la cabeza doblados. Cuanto más empeño ponés en desenredar los piolines más se retuerce. Después está ese momento en el que pensás que ya casi. Que si paso este hilo por acá y ese por allá... Todo vuelve a su lugar y Voilá! Pero en realidad no. Más bien todo lo contrario. Antes de la frustración y la renuncia pensás en agarrar una tijera y cortarle los hilos de una buena vez. Finalmente lo que sucede es que lo abandonás a su propia suerte, a permanecer el resto de sus días contraído y enrulado.
Bueno. Así. Exactamente así.
Contracturada.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Dimanche

Córtese a usted misma transversalmente. Observe los pliegues superpuestos, la compleja superposición de capas, los bordes apergaminados, el dibujo ondulante que describen las finas láminas de su existencia apelmazada. Propóngase un paseo por los perímetros de ese predio arrepollado. Ingrese. Gire siempre hacia la derecha (¿O acaso hacia la izquierda?), precaviendo no extraviarse en el interior de.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Mi vida como otra

Hay una cierta cantidad de cosas que no harías nunca en tu vida. Si viajaras en colectivo, por ejemplo, y vieras subir a alguien que te resulta vagamente familiar, nunca te levantarías de tu asiento, junto a la ventana, para dirigirte en dirección a aquél. No le preguntarías si recuerda que se conocieron en una fiesta, hace unos meses, esperando que se desocupe el único baño disponible. Ni el te respondería que no sabe bien de qué le estás hablando, fingiendo que tu cara no le resulta del todo extraña. No le dirías que alcanzaron a cruzar un par de palabras, un poco a los gritos y que el te dijo, alzando la voz por sobre la música, que era historiador. Nunca te enterarías, entonces, que tienen una historia en común. Porque –ajeno por completo al resto de los pasajeros, sentado un par de asientos delante del tuyo, absorto en la lectura de unos apuntes que apoya sobre sus rodillas, no te bombardearía con preguntas del tipo: cómo te llamás, a qué colegio fuiste, y vos qué hacés, cuantos años tenés. No habrían reparado –entonces- en una coincidencia por demás llamativa: que nacieron el mismo día, en el mismo año. Que fueron compañeros de grado durante cuatro meses, hasta que el se cambió de escuela. Que estuvo en tu quinta de Maschwitz, el mismo día que los dos cumplían diez años.