Destejida
Como si una pequeña bestia se acurrucara a mis pies y empezara a mordisquearme con dientes chiquitos y filosos.Y yo fuera una prenda tejida. Un vestido, por ejemplo, artesanal y mórbido, de punto abierto.Y la ratita-perro, la mascota adorable de la familia que me acoge en su mesa, tirara de mi, descosiéndome, desparramando los jirones de lana en el piso de cemento, mientras conversamos amigablemente y tomamos vino.Ellos constituidos.Y nosotros, que de casualidad convergemos en un mismo tiempo y un mismo espacio, desmigajados.Hay mocos asomando de las narices de las niñas, juguetes desparramados por todos lados y olor a curry.La situación familiar, retrospectivamente cotidiana, se introduce como una cuña extraña y dolorosa en medio del intento de construir un presente mas o menos sólido.La despedida: veo a mi hija -que con obstinación se aferró a mi toda la tarde, como un liquen adherido al tronco húmedo de un árbol- subir al Volkswgen rojo con su padre.Empiezo a caminar la noche aplastando mi cara contra el frío. Entumecida, percibiendo cómo los retazos descosidos por el animalito ondean al viento, detrás de mí, prendidos del único hilito que quedó intacto.