lunes, 30 de julio de 2007

Destejida

Como si una pequeña bestia se acurrucara a mis pies y empezara a mordisquearme con dientes chiquitos y filosos.Y yo fuera una prenda tejida. Un vestido, por ejemplo, artesanal y mórbido, de punto abierto.Y la ratita-perro, la mascota adorable de la familia que me acoge en su mesa, tirara de mi, descosiéndome, desparramando los jirones de lana en el piso de cemento, mientras conversamos amigablemente y tomamos vino.Ellos constituidos.Y nosotros, que de casualidad convergemos en un mismo tiempo y un mismo espacio, desmigajados.Hay mocos asomando de las narices de las niñas, juguetes desparramados por todos lados y olor a curry.La situación familiar, retrospectivamente cotidiana, se introduce como una cuña extraña y dolorosa en medio del intento de construir un presente mas o menos sólido.La despedida: veo a mi hija -que con obstinación se aferró a mi toda la tarde, como un liquen adherido al tronco húmedo de un árbol- subir al Volkswgen rojo con su padre.Empiezo a caminar la noche aplastando mi cara contra el frío. Entumecida, percibiendo cómo los retazos descosidos por el animalito ondean al viento, detrás de mí, prendidos del único hilito que quedó intacto.

sábado, 21 de julio de 2007

Maldita sea

Pasar una noche de largo. Recostada, ensayar todas las posiciones posibles, un especie de kamasutra del insomnio. Recorrer la superficie del colchón, como la aguja del reloj, hasta dar con los pies en la cabecera. Enredarme entre las sábanas, prender la luz, leer (un minuto y medio: los ojos ahí si se cierran frente a las letritas que bailan, traviesas, como termitas diabólicas, royendo –si: royendo- el papel, mis pestañas). Apagar la luz ( y ¡plic! Ojos como dos escarabajos again) respirar, omm, escribir mentalmente obras maestras, estrujar cada-uno-de-los-motivos-por-los-que. Sacarles el jugo: odiarme, sentir vergüenza ( ¿por qué hice aquello? ¿soy tonta? ¿cuánto más? ¿hasta cuándo? Si hubiera dicho, si no hubiera hecho...) Hacer cuentas, cálculos, listas de llamadas pendientes. Respirar. Omm. Contar ovejas (a quién demonios se le habrá ocurrido y luego difundió semejante sistema ridículo e inoperante como si fuera a dar algún maldito resultado). Por qué yo. Por qué no yo. Por qué a mi. Por qué no a mi. Contemplar la paleta cromática de las horas, y discernir cada tonalidad de un instante específico, a medida que la luz empieza a teñir el aire. Dormir cuando ya es pleno día. Media hora antes de que la niña aparezca con su oso colgado del brazo, el vaso de agua en una mano, la cabeza despeinada, los ojos chiquitos y diga: tengo hambre quiero tomar el desayuno. Ommm. Ommm. Ommm. Calentar leche, tostar pan, untar manteca. Un día nuevo comienza: collage, témperas, pinceles (y estamos, técnicamente, a dos días de las benditas vacaciones de invierno: diversión a granel).

Ahora la niña se fue. Leve desazón, desconcierto, incomodidad: difícil soportarme.
La
soledad
es
un
papel
de
calcar.
Ahora, un poco fuera de mi (¿no se trata de eso, acaso? ¡Fuera! ¡Fuera! ¡Fuera de mí! ¡A cucha!) escribo así, cualquier cosa, lo que sale, como si se tratara de esos trucos de magia en los que el mago saca de su boca un pañuelo multicolor, en apariencia infinito. Desprolijo. Poco esmerado (le robo la frase a ) No me importa. No quiero que me importe. Total, que ahora me voy a dormir la siesta.

miércoles, 18 de julio de 2007

Unheimlich

Estoy recostada en mi cama, de noche, a oscuras, forcejeando con los pensamientos que intentan retenerme clavada a la vigilia, espantando el rumor del ser que se empecina alrededor de mi cabeza como un enjambre de abejas frente a un panal. Navegando sobre el oleaje de cansancio, ingresando, por fin, en el mundo pantanoso de sueño. Llueve. La oscuridad es tan intensa que no distingo nada. Ni un solo objeto, ni mis propias manos cuando las acerco a medio centímetro de mis ojos. Las llevo a mi cara para tocarme. Sin embargo no me encuentro. No estoy ahí. Mis dedos buscan mi rostro, pero se topan con una superficie de piel lisa, sin relieves. Aterrada, tanteo la pared buscando el interruptor de la luz. Escucho el clic, pero no veo. No tengo ojos. Quiero llorar, gritar, pedir auxilio. Siento la tirantez de la piel, como si fuera a romperse; no tengo boca. Estoy inmersa en un silencio hondo, uniforme. Tampoco oídos. Me ahogo. Hago un esfuerzo por respirar, pero no tengo nariz. Ningún orificio. Estoy atrapada. Enterrada en vida, dentro de mi propio cuerpo. Me retuerzo, busco con las manos alguna costura en la piel que me permita escapar, atrapar una bocanada de aire. Pero es inútil.
Me despierto empapada de sudor, el pecho contraído, la garganta hecha un nudo.
Prendo la luz.

sábado, 14 de julio de 2007

martes, 10 de julio de 2007

puntadas sin hilo

Como un juego de péndulos que se empujan unos a otros, las palabras encuentran su propio ritmo, sosteniéndose entre sí, a salvo del abismo. Hasta que un mínimo desajuste se produce y la membrana invisible que recubre a las cosas -el nombre- como un envoltorio crujiente de celofán, delgado como el agua, se desprende. El sentido, entonces, cae en el tragaluz del tiempo. En la cuchilla danzante del fondo de la licuadora. Ahí sólo hay trozos. Trazos. Miembros rebanados. Extremidades viscosas.
El miedo se desliza por la boca como una serpiente. Anuda las cuerdas vocales. Suspende el grito. Se instala en el fondo húmedo y cavernoso de la garganta, ahogado, describiendo en su recorrido la anatomía del horror.

domingo, 8 de julio de 2007

composición tema

La palabra celosía es de lo más literaria
Se puede escribir un poema
O una composición escolar
De todas maneras
El daño
Ya ha sido hecho
No puedo escribir nada
De nada
De nada

jueves, 5 de julio de 2007

Empate

¿Qué se hace cuando se está enferma, enroscada como una serpiente, hecha un nudo, con dolor de estómago, mareada, con jaqueca, sola todo el día?
Se duerme hasta el mediodía.
Se preparan unos fideos con aceite y queso.
Se toma té y Gatorade.
Se llora hasta que la cara se agriete como un pedazo de barro seco.
Se intenta leer. Pero no se puede.
Se intenta escribir. Menos que menos.
Se mira tele. Mucha. Dos películas románticas (dobladas al castellano) que ya se vieron en otras ocasiones, también en cable o en video, en paralelo, sin soltar el control remoto. Una con Winona Ryder muriéndose en Nueva York. Otra con Nicolas Cage con moraleja navideña. Pelito, en volver. Intrusos: Rial y no sé qué asunto con Victoria Onetto. Se sigue mirando tele hasta que se hace de noche y los párpados se vuelven pegajosos. Resumen de los medios, un poco de GH, otro poco de Bailando por un sueño, un reportaje de Majul a Daniel Hendler.
Se ama a Daniel Hendler.
Se comienza a luchar, a medida que avanza la noche, contra cierto intruso, oscuro y evanescente como una nube de ceniza, que se instala en las inmediaciones del cuerpo. Ondulando. Emitiendo chillidos agudos.
Se auto infligen reproches por el día transcurrido: un bote quieto en medio de un charco, un bollo de papel arrugado en el cesto de la basura.
SE intenta dormir. Imposible.

domingo, 1 de julio de 2007

Híbrido

Domingo denso como una llovizna.
No un chaparrón.
Ni una tormenta.
Ni lluvia.
Llovizna.

Una manía:
dar vueltas sobre mi misma.
Como la mujer maravilla.
Pero solo en este sentido:
con la ilusión de finalizar el giro siendo otra.
Radiante, sonriente.
Cambiar de disfraz.