martes, 30 de octubre de 2007

bordeo la idea del suicidio
de un modo similar
al de la lengua
humedeciendo el recorrido de los labios

sábado, 27 de octubre de 2007

La noche

Ese momento en el que apagás la luz.
Y te rodea una capa espesa de oscuridad y silencio.
Y no sos nada más que pliegues y más pliegues superpuestos de vos misma.
Y el techo sobre tu cabeza es como la tapa de un ataúd, en el que te metieron viva por error.

jueves, 25 de octubre de 2007

Soy capaz de comprender los impulsos violentos del asesino
Le reventaría la cabeza contra la pared
Le abriría de un solo tajo el pecho

El desamor me aniquila.

lunes, 22 de octubre de 2007

letra chica

A los que confían en mi
A quienes depositan cierta cantidad de expectativas
Les advierto
Que
Como un teléfono
Semipúblico
No devuelvo las fichas
En caso de cortarse
La comunicación

sábado, 13 de octubre de 2007

Fragil

Yo podría ser ese loco que sube ahora al colectivo hablando solo. Podría, como el, taparme la boca con las dos manos. Aprisionar los sonidos, ahogarlos debajo de la tela mal zurcida y al borde del desgarro de sus labios apretados. Rendirme ante la prepotencia de las palabras que implosionan y derriban la empalizada de dientes. Podría ver cómo salen disparadas las chispas atizadas por los movimientos de la lengua. Podría sentir la nube de humo negro sobre mi cabeza. Restos de una fogata de tinta.

Yo podría ser esa mujer que mira por la ventanilla, arrojándose con los ojos lejos de si misma. Triste. Sola. Extraviada. Clavando en su cabeza como clips imperdibles, signos de pregunta.

jueves, 11 de octubre de 2007

Aquí yace una lasaña

No sé. Es un título que se me ocurrió. Porque quiero estar de moda, tal vez. Porque nadie me explica en qué consiste. Porque hoy las palabras rebotaron contra las paredes de mi cerebro y yo fui una sierra dentada, redonda, desplazándome por la ciudad, arrojada después de girar en el aire degirar en el aire y, desatornillada, volé. Porque pensé en diferentes técnicas para lograr un suicidio eficaz. Tuve que trabajar. Y lo hice. Lo hice. Pero antes, en la calle, vidrieras. Maniquíes con vestiditos de comunión, de novia, esmókings. Perfumes. Artículos de librería. Ropa para niños. Ferretería. Y, mientras tanto: enroscar una soga en mi cuello y colgarme, acariciarme las venas con una navaja, tirarme de la ventana de un rascacielos, tomar una sobredosis -pero efectiva- de pastillas, meter la cabeza en el horno. Y hablando de todo un poco, caminar a casa en lugar de tomar un colectivo no es en absoluto económico para mi. Se pasa por delante de muchas librerías cuando el camino elegido es la longitudinal calle Corrientes. Se pasa, se entra, se hojea, se pregunta precio, se compra. Una ha dejado de comprar de todo -una, que fue una esposa mantenida y que nació en cunita de oro, princesita rusa, princesa judía mecida por el traqueteo del tren que pasa a unos metros de la propia ventana en dirección a la estación Belgrano R.- ha dejado de comprar María Cher, de comprar café en Bonafide, pasta De cecco, de tomar taxis, de comer tomates. Se mudó a Balvancha. Pero no deja de comprar libros. Compra, si. Lo cual no significa (no, de ninguna manera significa) que los lea. Entonces compra Sylvia Plath. Porque siempre quiso sus libros de poemas y sus diarios y su toda ella. Y su cabeza en el horno y esa clase de infelicidad y cree (ella, ahora yo soy ella) que junto con Flora podrían ser las Inconmensurables-Suicidadas-Del-Mundo (a Alfonsina no la invitamos, no). Y debo confesar algo, ya que estamos en este plan: me he vuelto adicta a los chocolatitos:1. Estoy empezando a creer que voy en férreo camino hacia el alcoholismo: 2. Ninguna de estas dos cosas son para nada recomendables teniendo en cuanta que hay que cuidar la silueta, que en poco tiempo se viene el verano, que por lo menos a una pelopincho te van a invitar. Ay, qué épocas, pelopincho.

martes, 9 de octubre de 2007

El combo para toda la vida

Domingo. Tres amigas. Se juntan a almorzar. Casa en colegiales. Jardincito. Mesita al sol. La anfitriona, embarazada de cinco meses, prepara milanesas. Está antojada, dice. Además saltan gírgolas con manteca y romero, preparan ensalada de papa y huevo y de espinaca y palmitos, hornean rodajas de calabaza y queso. M se baja del colectivo en la parada equivocada y, después de errar la dirección de la caminata y volver sobre sus pasos, unas veinte cuadras en total, llega a destino. A las puteadas. Abren un vino. El brebaje afrutado acaricia gargantas y suelta lenguas, siempre dispuestas a resbalar sobre paladares y friccionar contra los dientes, en feliz combinatoria con las vibraciones de sus cuerdas vocales. En suma: cotorrerío. Pros y contras del parto en casa en detrimento del parto des-humanizado en la clínica. Dudas, certezas, preguntas. El gran signo de interrogación es ese gran vientre combado. X rememorar su propio parto, los primeros días de vida de su niña –esa que no está ahora con ella, que pasea por la costa atlántica con el padre, y que en ese mismo instante está dejando un mensaje en el contestador de su casa: “mami te extraño, la estoy pasando muy bien... ¿qué mas digo?” y la voz masculina de fondo que le dicta en voz baja: “mañana nos vemos” “mañana nos vemos. ¿Qué mas le digo?” “Te quiero mucho” “Te quiero mucho ¿qué mas le digo?”- los primeros meses, los primeros años. M. que está en pareja, feliz, correctamente casada desde hace un tiempo largo y se rehúsa al mandato de la maternidad sentencia: “yo no compro ni loca el combo para toda la vida”. El sol prorratea sus cálidos rayos. Preparan un postre: manzanas y frutillas al ruhm con helado. Luego se trasladan hasta la nueva alfombra blanca y peluda que se extiende sobre el piso de cemento del living. SE derraman. Y tejen más conversaciones que qué importan, hasta que se hace de noche.

viernes, 5 de octubre de 2007

Misterio

Girar en torno a mi
rostro
Buscando el rostro de Dios
Oculto
detrás de mi propio rostro
(Como un león
agazapado
en la oscuridad
de la selva)

jueves, 4 de octubre de 2007

Ready to wear



La moda de esta temporada.
Un must: el rosa chicle.
Lo + chik: el coulotte.
Están in: los ponys.
Texturas: vaporosas, ligeras, evanescentes, superfluas.
El look: nena ingenuota-sexy.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Yo-Fui-Testigo

El domingo pasado, Radar le dedica su tapa a los cuarenta años de La Lugones del San Martín. Escriben una serie de intelectuales típicamente Página 12. Saccomano, Pauls, Rep, Feinman, Fresán. Bueno, y Wolf en comodato (una gentileza de Ñ). Yo no seré ninguno de ellos, pero me acuerdo perfectamente de la primera vez que visité la sala (no voy a describir el color de la alfombra, ni las paredes recubiertas de madera, ni el programita detallado, porque ya lo hicieron casi todos).
Mi amiga Maru se había quedado a dormir en mi casa. Teníamos diez años. A la mañana siguiente, sábado, Madre nos promete una salida especial: ir al cine. ¡¡Siii!!! Iupiiiii!!! Al cineeeeee!!!! ¿A ver a los Parchís? ¿A ver La historia Sin Fin? ¿Una de Mickey? (Fantasía no, por favor, me aburre. Perdón Rodrigo), a ver... Ivan el terrible, de Eisenstein. ¿Iupi?. ¿Y ese? Ah. Un Ruso. Ah. Muda. Ah. Blanco y negro. Bué. Vamos. (Tá bien, si, no puedo no hablar del ascensor. Ya sé que ese fue un tópico común también). Sacamos la entrada en la boletería. Hicimos la cola. Subimos en ascensor. (Para mi, de lejos, lo mas emocionante de toda la salida). La sala no era distinta de otras salas. Es decir: ahora resulta particularmente anacrónica porque existen los villages, los hoyts (A los que amo. Salvo por el pochoclo, Ok, y por esos tacos hediondos, Ok, pero, por Dios, ¡sonido surrownd!). Nos sentamos en esas butaquitas tapizadas de cuerina. Se apagan las luces. Ahora viene el momento en el que cuento cómo ver a los diez años una de Eisenstein me cambió la vida. Cómo “Iván el terrible” fue una película emblemática para mi. Cómo descubrí mi vocación y cómo ese día empezó a perfilarse mi gusto cinéfilo. Cómo las imágenes penetraban en mi reina y me arrancaban lágrimas de emoción. Cómo se me reveló un secreto oculto, sagrado. Cómo me conmovieron esos rostros épicos. Cómo fui transportada a través del tiempo. Cómo lamenté que la proyección cesara.
Pues no. Resulta que me aburrí como un hongo. Resulta que le pregunté a Madre, cada diez minutos (con suerte) cuándo nos vamos. Que hubiera preferido al Topo Gigio toda la vida (aunque lo odiara, sobre todo porque me mandaba a la cama cada maldita noche). O una peli de Burbujas, de lejos, mi programa de TV favorito, o ir a ver una obra de Midón. A la infancia de Iván, la volví a ver de adulta. Y al Acorazado Potemkin y a cientos de películas mas. Muchas de ellas en la Lugones, sala que, a pesar de esa primera experiencia traumática (se sabe: Madre no se privaba de nada. A los doce me estaba regalando Rojo y Negro y Madame Bovary) volví a visitar –sigo haciéndolo- innumerables veces. (A popósito, Pauls: la del montgomeri azul en la de Pialat soy yo! Ey, soy yo!). Por suerte, después del bodrio ruso, nos llevó a La Paz. (Todavía no la habían reformado. Faltaba mucho) Donde, tomando café con leche ycomiendo medias lunas, nos contó a mi amiga y a mi cómo, en ese café, ella se juntaba con sus amigos a discutir sobre literatura y política. (Dice la leyenda que fumó porro con Tanguito en la cueva, pero andá a saber).

martes, 2 de octubre de 2007

De la evasión

Desde ninguna parte abre la puerta de su casa. Pelusas suspendidas en la penumbra. No prende la luz. Camina hasta la cocina. Abre el grifo. Llena la pava. Enciende la hornalla. Espera de pié el estremecimiento del agua. El sonido de las burbujas chocando contra la superficie metálica, dabajo de la llama violácea. Llena la taza. Sumerge una bolsita de té. Observa el movimiento ondulante y estriado de la infusión tiñendo el agua. Camina con la taza entre las manos con movimientos morigerados, esquivando las profusiones de dolor que reptan por su espalda. El calor atravesando la loza, sobre sus palmas. Se sienta en el sillón, al borde de la nada. Deposita los isquiones en la almohada. Ajusta las escápulas. No se acurruca. No se deja ir. No se deja ser. No se deja estar. Se embalsama. Los ojos abiertos, impestañeables. El viento azota las ventanas. El líquido intacto, dentro de la taza, despide todo su calor. Ella inmóvil, sujeta por el hay, por la densidad de su carne, se despide sin irse a ninguna parte. Se dirige hacia un futuro impracticable. Morirse sin hacer nada. Dejar de ser, siendo. Desangrarse, clavada en la cruz de su tachadura. Sonidos: tacos de mujer en la vereda, llanto de niño, el timbre del teléfono, voces que suben desde la calle atravesando la corteza del cerebro, impulsan una lluvia magnética de fibras que se agitan. Los significados se deseslabonan de sus significantes y se disuelven en la densidad húmeda la lengua. Nada Tiene Sentido.