domingo, 1 de abril de 2007

Otros, ellos, antes, podían.

Primero, armar las cajas. Convertir las planchas apiladas contra la pared en objetos tridimensionales, en soporte, en receptáculo. Franny me ayuda. Durante un rato la tarea la entusiasma. Después empieza a deslizarlas, las hace rodar, las da vuelta, las apila. Arma figuras. Mirá, dice. Un barco. Mi hija nombra y yo le adjudico al juego el valor de una metáfora. Un barco. Si, pienso. Una nave de cartón corrugado.

Empiezo por los libros. Recorrer los lomos de a uno. Con la meticulosidad de un cirujano que debe extirpar un órgano vital. Las manos se me llenan de tierra. Encuentro, entre tomos gruesos, títulos que daba por perdidos, que busqué como loca en algún momento, que habían desaparecido. La mayor, de Saer. Me detengo a leer algunas páginas. La primera oración constituye –a mi entender- uno de los mejores comienzos de la literatura argentina. Cuentos, de Dinesen. Escritos de Artaud. (En la solapa, una lista de tareas hogareñas: llamar al herrero, comprar plantas, arreglar la canilla del baño.) Los apilo. Los guardo. Algunos dan lugar a suspicacias. ¿Cómo saber si este o aquél es mío? ¿ Tengo derecho? ¿Lo compré yo? ¿Me pertenece? ¿Es un bien común? Y, en ese caso ¿Cómo decidir? Ya casi embalé la mitad. Doy unos pasos hacia atrás. La biblioteca parece una boca abierta y desdentada. ¿Se ríe? ¿Se burla de mí?

Escucho a Franny subir y bajar las escaleras a un ritmo frenético. No le presto atención. Un tiempo después reparo en que ha estado trayendo cosas de su cuarto. La veo tirar una montículo en una caja. Me asomo al interior y veo el torso desnudo de una Barbie debajo de la carrocería de un convertible rosa, sobre una montaña de zapatos, sandalias y zapatillas. Levanta un brazo, como si hubiera sido embestida por el automóvil y suplicara entre escombros.

Por la noche, cuando me acuesto, no puedo dormir. Escucho la melodía de una partitura ajada. Sonidos discontinuos que provienen de vaya uno a saber donde. Pedazos de memoria resquebrajados, desprendiéndose como pintura seca de una pared, cayendo con estruendo, convirtiéndose en polvo. Fantasmas gimiendo. Tal vez, el pequeño roedor planeando su reentré.

10 comentarios:

ERLAN dijo...

No dude en avisar si necesita ayuda para bajar cajas o mesas o heladera.

Anónimo dijo...

Genial, Prats. Estoy armando un squedule de amigos que se copen con esto de bajar cajas o, al menos, cebar mate mientras envuelvo cacharros en papel de diario. (Lo de las cajas suma más puntos, obvio). ¿Lo anoto?
(Y ni me pregunte qué hago despierta a esta hora)

ERLAN dijo...

Claro que sí. Anóteme en la jornada de Craig, así nos reímos un rato.

Anónimo dijo...

Ensúciese las manos, Prats. No se la puede pasar todo el rato yendo de su depto a Prix D´ami.
Yo tengo el ciático a la miseria; si no, encantado.

Anónimo dijo...

Dije amigos, Prats. A-mi-gos.

Anónimo dijo...

Es cierto. Prats no computa dentro desa categoría. Es apenas un advenedizo.

Anónimo dijo...

Ah ¿Y usted qué, Craig? ¿Acredita?

Anónimo dijo...

aguante Craiggggg, la mejor intervencion en este blog desde que ha comenzado.

Anónimo dijo...

Cómo puedo ser como Craig?

Anónimo dijo...

yo
no
sé qué hacer
para que salgas de mi y por fin te vayas
al diablo al sufrimiento que
me crece por verte y por no verte y
no sea más que eso sufrimiento
en vez de ser temblor ser esperanza
silencio bajo el sol
otro sol además