viernes, 16 de febrero de 2007

Mudanzas

Termino de hacer la cuenta. Catorce. Con la que se aproxima, catorce mudanzas hasta ahora. Comenzando por la primera que se produjo cuando yo todavía era un feto de ocho meses adentro de la panza de mi mamá, migrando desde la Argentina hacia Venezuela. El pasaje por el canal de parto desde el plácido vientre materno hacia el mundo real no cuenta. Yo me refiero a lugares geográficos: países, barrios, calles. Entonces, Venezuela. De la casa en la que nací no recuerdo nada en absoluto. Nada. Apenas un recorte desvaído fabricado por los artilugios de la memoria. Fotos apiladas como cortezas secas de un árbol muerto, en un cajón de dimensiones parecidas a las de un ataúd. Una serie de ampliaciones en las cuales se puede distinguir, en blanco y negro, el sillón de mimbre de respaldo enorme, el busto de María Leoncia, y un afiche publicitario de cuya campaña mi papá había sido el creativo. Encima del sillón, parada, estoy yo a los tres años. Llevo en la cabeza un sombrero de tela que me queda demasiado grande y debajo, asomándose, algunos bucles rubios. Tengo puesta una musculosa y una bombacha. Las piernas desnudas. En otra foto de la misma serie Juan Fresán sentado en una silla con un cigarrillo en la mano, las piernas flaquísimas cruzadas a lo Charly García, detrás de lentes gruesos y marcos anchos, conversa con mi papá que está del otro lado del objetivo. Hay una serie de fotos de mamá desnuda que mi hermano y yo miramos con lascivia y pudor cuando las descubrimos, bastantes años después de haber sido tomadas. Muchas polaroid, con ese color particularmente saturado. Algunas del baño: los azulejos celestes detrás y yo adentro de la bañadera con mi papá, los dos riéndonos a carcajadas, la piel bronceadísima por el sol del caribe y mi pelo rubio, casi blanco, sobre el cual rebota el flash produciendo un leve resplandor. Mi hermanito y yo, tirados en la alfombra panza abajo sonriendo a cámara junto a papá con cara de loco. Fotos con amigos que transitaban con frecuencia la casa: Chango y Mónica, Alberto y Graciela, Pepe y Victoria. Las más antiguas: reproducciones chiquitas, del tamaño de una baraja, de mi mamá en penumbras, sentada en el sillón de mimbre conmigo en brazos. Los botones del vestido larguísimo y de estampado búlgaro desabrochado, dándome la teta. Tiene el pelo rubio y muy largo, mojado y tirado todo hacia un costado, cayendo sobre el hombro. Residuos, impresiones de memoria en emulsión fotográfica.
Del viaje de regreso tampoco hay recuerdos. Ni de la primera casa que habitamos transitoriamente hasta mudarnos nuevamente a la calle Roque Pérez, desde donde empiezan a conformarse las primeras imágenes nítidas.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Su relato es más conmovedor cuando describe casi objetivamente que cuando dice "yo" con demasiada seguridad. La trampa, la causa mortal dice J. L., es esa imagen que aseguramos que es nuestra. Mire, sólo con correrse un poco del lugar seguro en donde ud. grita "yo", aparecen otras imágenes que sin duda son ud. Quizá Venezuela, la fuga, el viaje, lo que se muda, hace que algo se corra, como un rimel barato, y las lágrimas sean en vez de transparentes, sucias, casi negras: distintas. Un detalle puede cambiarlo todo.

Anónimo dijo...

Oh. Soy torpe y muy limitada. Creo que no la entiendo.

Julia dijo...

oh dae quiere decir q no uses tanto el "yo". por lo menos, así lo veo YO!

pero fuera de eso, me diste ganas de ver alguna de esas fotos. no sé por qué me gusta tanto ver fotos, pero de ésas, de las viejas.

Anónimo dijo...

Gracias, Julia, por la exégesis.

Fishboy dijo...

Tia ex.: que tengas una bonita tarde de domingo. solo eso.
besos
=)

Anónimo dijo...

Gracias, Fish. Si no me suicido, procuraré que sea bonita.

Anónimo dijo...

Ex: sepa que Oh está con ud., la escucha, la ayuda a armar las cajas, la agarra en brazos y la lleva por una ruta que la conduce a su nueva casa, la deja allí, le tira unas flores de colores, y vela para que descanse, que al fin el sueño sea bueno y pueda cerrar los ojos, sin lagrimitas, y despertar sonriendo, rodeada de bien.
Oh también puede ser esto!

Anónimo dijo...

Oh! Oh! Oh! Ex cuenta con OH. Como Oh sabe que cuenta con Ex.

Old Girl dijo...

Ya se ha publicado el último capítulo de la gran historia de Oh. Old Girl los invita a aompañar este gran acontecimiento!
Lloro, ex, lloro!!!! Esté conmigo, acompáñeme!

Anónimo dijo...

Me acuerdo bastante bien de todo aquello: sillones de mimbre, nenas sonrientes de sombrero y en bombacha, vestidos de estampado búlgaro. Valdará ecribirlo acá o contarlo en un café, como Ex diga