martes, 6 de febrero de 2007

Si. Son las 4:40 de la madrugada.

Isadora se despierta con la luz incandescente del mediodía. Aterriza su vigilia en un páramo despoblado, cubierto de nubes. Hoy le teme al encierro. Así que se levanta y elige un vestido viejo y algo ajado que perteneció a su madre y fue desechado debido a la aparición de una inoportuna aureola anaranjada cerca del ruedo. Ahora se lo pone. Sale a la calle. Hace un calor insoportable, pero es debido a la consistencia pastosa del domingo que su andar es lento, pesado. Se mueve como por brazadas, desplazándose del mismo modo que en esos sueños en los que se quiere correr pero la voluntad no alcanza. Su corazón improvisa algunas palpitaciones. Pocos autos. Poca gente. Es la hora del almuerzo. Se detiene a desayunar. Pide café, ¿croissants?, (el mozo inicia, didácticamente, una breve traslación idiomática para explicar que el menú alude a unas sencillas medialunas.), jugo de naranja y yogurt. Al principio, el roce de la lengua con el dulce y el contacto esponjoso contra el paladar le provocan una mezcla de náusea y de placer. El tránsito por la garganta se le dificulta. No le resulta sencillo comer. Empuja los alimentos con café negro y pequeños sorbitos de jugo. El murmullo de las conversaciones ajenas hormiguea a su alrededor mientras lee el diario y, a veces, levanta la cabeza para mirar a la nenita rubia de la mesa de al lado que le habla en inglés a su madre. Todos conversan con alguien. Isadora, en cambio, está sola. Guarda su voz. La aguarda. Garabatea algo en el cuadernito cuadrado: "tejo un capullo con la baba de las palabras". Se cruza de piernas y balancea rítmicamente el pié, dejando que la sandalia se deslice por el empeine y caiga al piso, efectuando un ruido sordo que se amortigua por el sonido ambiente. Nadie la ve. Nadie la escucha. Durante un rato, juega a ser invisible.

5 comentarios:

ERLAN dijo...

Ex: pensé que sólo yo podía convertirme en un ser invisible.

Vir dijo...

Vamos, Prats. Que a usted se lo ve en todos lados. El precio de la fama, que le dicen.

Anónimo dijo...

Nadie me quiere

Anónimo dijo...

Recièn fuì la protagonista de una escena casi idèntica a la que relata en el ultimo pàrrafo. Tan invisible y tan irrelevante me sentì que ahora pienso: a quièn le importa que cuene esto?No sè ex, explìqueme lo que me dijo en su blog porque si bien me identifico con casi todos sus post (seràn los lazs de sangre>? los genes?) no entiendo sus comentarios.

Vir dijo...

Mi comentario, querida sobrina virtual, simplemente aludía a que usted me parece una persona muy encantadora. (Y muy suceptible. Lo cual, es cierto, nos emparenta de un modo curioso)