miércoles, 24 de enero de 2007

Leo su nombre en el Radar y se dispara el recuerdo.

Colegio progre en Belgrano. De esos en los que no usabas uniforme y no había timbre para el recreo. Te ibas de viaje de estudios y terminabas tomando cerveza con los profesores y, más tarde, volcábamos todos juntos. (Uno de física terminó, en Villa la Angostura, vomitando en un zanja mientras algunos alumnos le sosteníamos la cabeza).
Vitagliano todavía no se había recibido. Era un estudiante de letras. Y tener que lidiar con alumnos muy poco promisorios, vagos, irresponsables, debía constituir en él una mezcla de insatisfacción lacerante con el destello esperanzador de despertar al menos en uno solo de nosotros el amor por la literatura. Yo fui una niña lectora. De hecho aprendí sola las letras del alfabeto a los cuatro años. A partir de ahí, lo único que supe hacer bien en el colegio fue leer. Pero tuve la gran desgracia de contar con una madre escritora. Si bien debo decir –y agradecer- que ya desde mi muy temprana edad tuve acceso a textos que ampliaron mi mundo y lo embellecieron, también es justo decir que a una planta que necesita agua para vivir, cuando se la riega excesivamente, muere ahogada. A los once años -por ejemplo- mi madre me regaló, entre muchísimos otros, Madame Bovary. Cuya lectura, aunque lo recorrí de principio a fin, me hastió de un modo indecible. (Alan Pauls cuenta en una entrevista que leyó el mismo libro a la misma edad –que tuvimos, ciertamente, en diferentes épocas- y que ese fue el hecho determinante en su vida para concluir que la literatura era su única e indeclinable vocación. Pero por algo, claro, Alan es Alan y yo soy yo. Está claro. Nunca ganaré el premio Herralde de novela. Si al menos pudiera escribir una...). Yo no era especialmente talentosa, ni demasiado aplicada –ni siquiera a la lectura, en esa época del secundario- pero Vitagliano (Hoy un escritor édito, del cual, claro está, nunca leí nada), por un corto lapso de tiempo, puso algunas fichas en mi. Corto. Muy corto. Un día –lo recuero perfectamente- debíamos llevar a clase leídos y subrayados varios capítulos de “Niebla”, de Unamuno. Debe ser un libro muy interesante, seguro. Pero confieso que no lo leí. Ni ese día. Ni nunca. Por supuesto que no fui la única que hizo un silencio impertérrito en el aula cuando el profesor preguntó si habíamos leído y qué nos parecía. Pero no pude dejar de notar su mirada reprobatoria sobre mí, especialmente sobre mí, ni su espalda, encorvada más que lo habitual, como si cargara sobre los hombros un peso ciclópeo. Pegó unos cuantos gritos desaforados. Luego nos insultó, con la cara roja de furia y las venas azules del cuello hinchadas. Tal es así, que tuvo que asomarse el director interino –el de verdad, el que era progre en serio estaba ausente, ocupando un cargo en el ministerio- y sacarlo a él, al profesor, de la clase. No lo echaron ni nada. Pero le advirtieron que lo harían si algo parecido volvía a suceder. Más tarde, en el recreo, se me acercó. Parecía tranquilo, pero lejos de hallar serenidad, cuando me enfrenté a sus ojos, descubrí que en su mirada se cifraba todo el odio del mundo. Habló en voz muy baja. Casi tuve que pegar mi oreja a su boca. “Yo daba las clases para vos -confesó- Me conformaba con que al menos a uno solo de ustedes le interesara. Lo único que esperaba era que leyeras para hoy los dos miserables capítulos, las treinta páginas, lo mínimo obligatorio. Ahora sé que no cuento con nadie. Con nadie.” Después de terminar la frase dio media vuelta y se fue. Yo me sentí como uno de esos juegos infantiles que se clavan al piso con un topete y tienen una plumita en la punta que se mueve con el viento. Quise retroceder el tiempo, leer a Unamuno. Leer toda la novela. Subrayarla. Exponer comentarios brillantes, inteligentes. Destacarme. Ser todo eso que el creyó que yo podía. Pero no. No había forma. Era un fracaso. Igual de mediocre que todos mis compañeros. Y ya no volvió a dirigirme una mirada más.

15 comentarios:

Natalia Book dijo...

La verad que es una buena historia. Me siento identificado en ciertas cosas que mencionas. Yo también estudié letras y reconozco a varios profesores en lo que cuentas. Ahora soy profesor y me veo reflejado en muchas de esas cosas.
Pero lo que llev´a este blog fue Madame Bovary. También odié la novela en su momento. Ahora la acabamos de leer en nuestro club y he cambiado totalmente de idea. Es una gran novela, grandísima.
Quizás sea que los centros de enseñanza van un paso por detrás. No se trata de que el alumno lea lo que quiere su profesor. Quizás debamos dejarles elegir. Ya llegará el tiempo de valorar Bovary, Niebla y muchas otras cosas.
Saludos

Vir dijo...

Por cierto que sí! Lejos de mi criticar a Flaubert y a Madame Bovary! (Ni a Vitagliano, por favor...)

ERLAN dijo...

Usted, sabe, Ex, que hace un par de semanas, por cuestiones de trabajo, una diseñadora gráfica cuyo nombre es MH, recordaba lo mucho que MV le había ayudado a amar la literatura. Muy loco que en tan poco tiempo, dos personas, del mismo colegio, me hayan hablado (es un decir, pero es cierto, siento que usted me habla, Ex) de MV y de sus clases de literatura. Quizás fueron compañeras con mi amiga diseñadora. Pienso como Natalia, la posibilidad de elección es fundamental. Yo no fui a ese colegio, ni mucho menos a alguno progresista, pero me hicieron leer "Antología de la literatura fantástica", compilado por Borges, Bioy y Silvina, y adoré ese libro. Me alegra escucharla, Ex.

Vir dijo...

¿M.H.? Mmmmm... Me deja con la intriga, Prats. Este post ha sucitado mucho interés, mucho comentario (Vía mail, por example). Parece que si, que el mundo es un paduelo nomás.

Anónimo dijo...

Ese Vitagliano es un fascista!!!!
El año pasado él estaba a cargo de una clínica en el maldito C.C.R y no eligió mi proyecto, y saben por qué? porque no soy humana sino superheroína! Peor que Benito y que Adolf juntos! Muerte a Vitagliano!
Oh, Flaubert... él dijo "lo que me gustaría es escribir un libro sobre nada, que se mantuviera sólo por la fuerza de su estilo".
Y dijo algo maravilloso pero que no puedo decir porque será el epígrafe de mi próxima novela (Planeta, Sudamericana es muy grasa, me recuerda al tercermundo - y Vitagliano al tercer reich-) Uds. son de ahí, no? del tercer mundo?

El Alberto dijo...

Qué blog tan sólido. Qué prosa tan afable... Tengo intención de lanzar una línea de subsidios para proyectos como éste. Contactemé, si gusta (a mí o a mi hueste de secretarios ejecutivos). La única exigencia sería radicarse en Merlo, o en Potrero de los Funes. Entiendo que eso no puede ser un problema. Bueno. Mis mejores augurios.

Anónimo dijo...

q suerte q la consuele el dancing, ex. el torton fue un exitazo como desayuno de mi martes resacoso. gracias! el blog explota.

Vir dijo...

Oh Dae: Contenga sus efusiones, por favor, que el señor Vitagliano no merece tanto escarnio.
Don Alberto: Qué honor para mi, que soy una ferviente admiradora (depués de Esther, claro) de sus afamados endecasílavos.
Joven:Explota expló que te expló.

El Alberto dijo...

Curiosa ortografía, Ixadora. De todos modos el honor es enteramente mío.

Vir dijo...

Endecasílabos, endecasílabos, endecasílabos, endecasílabos.
Uf.

Old Girl dijo...

Ex: este Alberto es muy grasa, sáquelo de aquí. (Lo peor es que para disimular habla de endecasílabos). Vamos Alberto, no intente disfrazar su vulgata y su infamia!
No a Vitagliano y el Alberto!
Queremos gente como el joven risueño, ráult, la chica... gente bien.

ERLAN dijo...

Old: Detenga este derramamiento de sangre. Entiendo que sea su naturaleza, quince años encerrada en ese departamentito monoambiente dejan a cualquiera en un estado limítrofe a la locura, pero deténgase, enfunde su sable y dígame, de una buena vez por todas, si descubrió, ésta será la última oportunidad, el día, mes y año de nacimiento de Prats.

El Alberto dijo...

Cuánto encono gratuito.

Anónimo dijo...

Cuánto.

Anónimo dijo...

Yo estuve en la provincia del Alberto, y me pareció una maravilla.